Ozymandias: devenir enigma, devenir empresa, devenir superhéroe

el_bru
4 min readNov 8, 2020

Venía pensando que hay algo fatal en la trama detectivesca de Watchmen, y es que el misterio se resuelve (como en “La muerte y la brújula” de Borges, cuyo paralelismo con Watchmen vengo sosteniendo hace rato) a destiempo y con sangre. ¿Por qué?

Primero un desvío: algunas ideas sobre lo identitario. Si el policial es un género sobre las identidades (¿quién es el criminal? ¿cómo hace el que investiga para averiguarlo sino poniéndose en el lugar del criminal? Dos movimientos: fuga y misterio), el género de los superhéroes también pareciera serlo (¿quién es Batman? ¿quién es Bruce Wayne? ¿conviven ambos en un mismo cuerpo? Dos movimientos: fuga y misterio). Y la época en que Watchmen es producida es especialmente potente en términos de explotar y explorar los problemas, las derivas, las continuidades, de las identidades dobles (¿lo son, son dos, son dos que habitan uno? Esta es la pregunta de los ‘80 sobre el género a caballo de la revolución que implicaron los superhéroes con superproblemas de Marvel 20 años antes). El superhéroe de los ’80 será mostrado como un dividuo (alguien dividido), y su padecimiento será que los polos que componen su identidad se contaminan uno al otro (Batman nunca deja de ser Bruce y viceversa).

Para resolver el nudo gordiano que representa la ineficacia del trabajo de superhéroe en los términos en que es discutida a lo largo de la historieta, la solución que encuentra Ozymandias es por un lado diseminar su identidad (y actividades) en un entramado empresarial y por el otro esconderse a la vista de todos dando a conocer en un mismo movimiento que él es Adrian Veidt. Hipertrófia de la persona pública (Veidt deviene ídolo pop, playboy y figura mediática en la era del culto popular de la personalidad) y comoditización del personaje superheróico (Ozymandias deviene marca) más pulpo empresarial diversificado y desterritorializado que opera en muchos y muy distintos órdenes de la producción material y simbólica del mundo. Este devenir-empresa de sí mismo es lo que le permite seguir siendo superhéroe y le vale un cambio de estatuto: su función no será represiva, ya no va a competir con la policía, sino que será productiva: se arroga para sí la posición y la agencia de controlar y decidir sobre las vidas de otrxs y también de hacer acontecer la utopía de unir lo desunido. Ozymandias se hackea el centro del poder y se instala allí, pero el poder nuevo que construye en tanto que superhéroe-empresa es un poder sin centro.

En términos de trabajo, la diferencia entre Rorschach y Ozymandias equivaldría a la de la producción capitalista industrial y la producción capitalista post-industrial (esto lo explica Mark Fisher en Realismo Capitalista comparando dos películas de mafiosos, pero si no tienen tiempo lo pueden ver desarrollado después de la primera hora de video en esta clase de Filosofía a la Gorra). Rorschach, en tanto que superhéroe industrial, alterna: su labor es discontinua (ahora es Rorschach, ahora es Kovacs; ahora trabaja, ahora no). En cambio Ozymandias es un superhéroe post-industrial, su constitución es la de una empresa trasnacional, deslocalizada (¿tiene oficinas en Nueva York o en Karnak?) y opera continuamente, por flujos, porque su fuerza no reside en un cuerpo (o mejor, puesto que apenas tenemos intuiciones sobre qué es un cuerpo: los límites de su cuerpo no están marcados por su epitelio, sus extremidades son cada empleado de cada una de sus empresas que produce flujos de información que él interpreta y administra) y por lo tanto su trabajo es el de todos y cada uno de sus empleados.

Finalmente, y, entonces, como consecuencia, habría una desconexión o un problema de ritmos entre Rorschach como investigador y Ozymandias como perpetrador.

Rorschach recolecta información según un modelo territorial localizado (sale a fajar borrachos a bares, el ejemplo más visible) para resolver un enigma cuya respuesta él enmarca o procesa a partir de narrativas viejas (principalmente la del asesino serial, articulada de manera paranoica). La respuesta que Rorschach busca no existe, y sólo le es posible llegar a una solución siguiendo el camino de pistas que Ozymandias deja intencionalmente (en esto el personaje es un eco de Red Schärlach) puesto que uno de sus poderes es la información (que no es, como siempre señala Bifo, algo abstracto o puramente semiótico, sino un abanico de estimulaciones nerviosas). Por eso es un problema de ritmo: la investigación solo avanza en los tiempos que lo dispone el investigado y la solución (el acceso a la verdad) llega después de consumado el hecho.

¿Y cuál sería la fatalidad? Además, claro está, de que el destino de sangre para Rorschach y para muchísima gente es irreversible, lo fatal es esa brecha que se abre ahí donde está señalando Watchmen: el modelo de superhéroe del viejo capitalismo industrial, moralista, localizado, que “hace justicia” con la fuerza de sus puños, es insuficiente para seguirle el ritmo al problema que propone la nueva fase del capitalismo que estaba comenzando justamente en los ’80, la del poder ejercido en red, que nunca descansa, de cuyo control no hay afuera pero cuyas huellas sólo detectamos si no nos abruman los enormes flujos de información sobre los que cabalga, y que decide sobre la vida y la muerte en función de cálculos de eficiencia.

--

--

el_bru

Traduzco cosas en hablemosdehistorietas.wordpress.com pero como feis no me deja postear links andá a saber por qué me abrí un medium